miércoles, marzo 16, 2011

Ecología humana

La ausencia paterna es un riesgo para la salud mental del niño y para su transición personal, que comienza en la adolescencia y termina en la inserción social.
Por Cristián Conen



Dos de cada cinco jóvenes norteamericanos menores de 18 años viven y han crecido sin su padre biológico. Ya sea como consecuencia de un divorcio o de nacimientos de madres solteras, un 40 por ciento de los menores de 18 años en Estados Unidos viven sin sus padres. Esta tendencia aparece en casi todos los países industrializados con excepción de Japón e Israel.



¿Cuál es el costo personal y social de prescindir del padre? Ricardo Chouhy, especialista en terapias de restauración paterna, afirma que la figura del padre tiene un papel fundamental en la maduración de los hijos al enriquecer el vínculo inicialmente dual madre-hijo desde la diversidad sexuada personal del varón. Su contribución es clave para la adecuada consolidación de la identidad sexual y el proceso de emancipación sicológico. Todo niño necesita un padre para poder desprenderse sicológicamente de su madre y para hallar una fuente de identificación masculina, imprescindible tanto para la niña como para el varón. Las consecuencias de la carencia paterna son tan graves como las consecuencias de la carencia materna.



El trabajo de investigación más extenso y metodológicamente más riguroso que corrobora lo antes afirmado, es el que realizaron los sociólogos Sara McLanahan (Universidad de Princeton) y Gary Sandefur (Universidad de Wisconsin) y cuyos resultados fueron publicados en el libro Growing up with a single parent . Su estudio se basó en un seguimiento de más de 70,000 adolescentes y adultos jóvenes de ambos sexos a lo largo de casi 20 años. Se estudiaron distintas variables. El riesgo de permanecer sin estudiar ni trabajar por períodos prolongados es un 50 por ciento más alto para jóvenes que crecieron sin su padre. El riesgo de interrumpir estudios secundarios es un 100 por ciento más alto. El riesgo de embarazo en la adolescencia es también un 100 por ciento más alto. El riesgo de problemas emocionales y de conducta es un 300 por ciento con ausencia de padre. El riesgo de violencia contra el niño es 60 por ciento más alto y de homicidio 100 por ciento más alto. El riesgo de delincuencia juvenil en el varón es 300 por ciento más alto y los riesgos de trastornos de la alimentación en la mujer es 100 por ciento más alto con ausencia de padre.



La ausencia paterna es entonces un riesgo para la salud mental del niño y para su proceso de transición personal que comienza en la adolescencia y termina en una adecuada inserción en la comunidad social.



Pero la paternidad no sólo beneficia al hijo sino al padre. En palabras del médico y educador familiar colombiano Álvaro Sierra, “la paternidad humaniza la testosterona” motivando al varón vivir los valores humanos, desarrollar la inteligencia emocional y experimentar el gozo de la ternura desinteresada.



El gran desafío del siglo XXI es la ecología humana, es decir, el cuidado y protección del ambiente humano personal más adecuado para la educación y maduración de las nuevas generaciones de ciudadanos. La familia es ese hábitat ecológico personal compuesto de un padre y una madre. El bien superior del niño hace de la paternidad un derecho fundamental del hijo. En el respeto a este derecho radica una de las claves fundamentales de ecología humana.

El autor es jurista y catedrático de Derecho de Familia

Fuente:http://www.laprensa.com.ni/2010/08/12/opinion/34380

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