jueves, junio 16, 2011

Una epidemia globlal de fines sociales

Juan de Sola


No es poca la sospecha que generan las actividades del sector farmaceútico. Hubo tiempos en los que analistas de política internacional aseguraban que los productores de los medicamentos tenían la capacidad de “quitar y poner gobiernos” de las principales pontencias mundiales del planeta. Pero, a día de hoy, solo serían cables hechos públicos por wikileaks y desmentidos, una y otra vez, por la administración aludida.

Han pasado los años y algunos (con o sin la Organización Sin Ánimo de Lucro (OSAL) de las filtraciones informativas de wikileaks) seguimos con la misma creencia, a pesar del tiempo transcurrido desde las primeras sospechas.

El hecho de cumplir los derechos más fundamentales o universales con la humanidad no seduce, ni seducira en el futuro, a los ejecutivos que ocupan un cómodo puesto de un consejo de administración en alguna empresa dedicada a fomentar una industria ‘tan curativa como destructiva’.



Pero, la inalterable realidad nos lleva a descarados desequilibrios en el acceso a las terapias más elementales, sea cual sea la condición, cultura, origen o creencia. Sólo ciudadanos o (si se permite la expresión) clientes de los despachos de farmacia, aprovechando las capacidades de un sistema desarrollado, tienen esa exclusiva oportunidad de programar las tomas que sean prescritas por su médico para evitar un atajo prematuro de la extinción terrenal.

Sin embargo, esto no es un hecho globalizado. No todos/as se convierten en objetivos humanitarios, en virtud de los avances sanitarios que la vías de investigación emprendidas han originado con la supuesta finalidad de incrementar la calidad y cantidad de años de vida. Al parecer, esta vocación no está autorizada a una expansión natural.

Los opacos intereses de la industria frenan los loables y honestos ideales de Desarrollo Humano que, finalmente, acaban colisionando con los gélidos fines económicos y comerciales.

Los continuos golpes ofrecidos por el espinoso tallo de las realidades sociales no logran provocar la apertura de los poros de la solidaridad de “aquellos que tienen y pueden”. Dígase en el caso de los arrolladores efectos del VIH en países bloqueados en la dispensación de las terapias básicas para evitar la multiplicación del virus, donde las poblaciones más vulnerables entregan su resignación a un destino indeseado.

Este dramático a la par que recurrido ejemplo, ofrece un registro de 33 millones de personas infectadas, según datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud). Los avances son lentos y desgraciadamente letales porque se prevé que solo 6,6 millones de pacientes contagiados puedan acceder a la terapias antiretrovirales.

La falta de oportunidades básicas insisten en no presentarse por normas de mercado, ¡todo un argumento humanista!

Desgraciadamente, la reacción es muy tíbia en el mejor de los casos. Con un buen plan o una estudiada estratégia de RSE/RSC es suficiente, sin mayor objetivo que maquillar una situación con absoluto desinterés por aportar soluciones al gran problema.

Hace unos días, la poca esperanza acumulada se ha visto atropellada por las declaraciones de Richard Roberts, premio Nobel de Medicina, en las que asegura: “Si un fármaco lo cura todo, no da beneficios”.

Incluso, durante una entrevista al Xornal va más alla. Considera que la investigación está acotada exclusivamente a cronificar y no curar las enfermedades, esto en el mejor de los escenarios. Reitera que en los países en vías de desarrollo las diferentes patologías no se abordan por una total ausencia de capacidad comercial.

Un ilustrado de la medicina internacional nos pone en antecedentes, y posibles precedentes, de una nociva ‘praxis’ industrial que puede seguir generando un irreparable impacto en el desarrollo social.

Emplaza a cronificar la vigilancia sobre un sector que debería estar al margen de la sospecha, la duda o la controversia. Invita a idear e investigar la creación de una posible epidemia que incida en el fomento de los fines sociales como vacuna natural contra el mercantilismo sanitario.

Juan de Sola es periodista especializado en el ámbito social y Comunicación para el Desarrollo (CpD). Diecisiete años en ejercicio, especialmente, en radio y prensa de ambitos nacional e internacional. Premio Nacional al Mérito Social Penitenciario por el proyecto de A Radio con los internos de A Lama (Pontevedra).

Edicion: http://www.falarse.com/iniciorsewp/?p=1846&lang=es

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